Carta para mi papá que me abandonó
Índice de contenidos
El abandono de un padre es una herida profunda que se queda en el niño prácticamente por toda la vida. El vacío paterno desarrolla la personalidad que este niño va a tener en su adultez y se necesita de un largo proceso para poder trascender la emoción que produce la herida del abandono.
Sin embargo, cuando se llega al momento de la consciencia, cada persona tiene la capacidad de mirar las cosas de una manera distinta y dejar de buscar culpables en las realidades que, indiferentemente de las razones, le tocó vivir.
Cuando conectamos con la herida que habita en nuestro ser y logramos sanarla, las cargas del pasado dejan de existir. Por eso hoy queremos mostrarte esta carta, de una joven que logró trascender el mal sabor que le dejó el abandono de su padre y que al final encontró la manera de ser feliz.
Carta a mi padre que me abandonó
“Es posible que no esperes esta carta y tampoco el contenido que hay en ella, pero hay cosas que muchas veces hay que decirlas para que pueda liberarnos. Es lo que busco, liberarme y también, de alguna forma, liberarte a ti.
No estoy segura de si conoces el efecto que se produce en un ser al sentirse abandonado, aún más cuando es niño y si este abandono viene de parte de una figura tan importante como lo es el padre, pero ahora entiendo que simplemente son cosas que deben suceder.
Crecí con la incertidumbre de los motivos que te llevaron a alejarte y esto puede ser muy cruel, porque el no saber hace que creas miles de situaciones que te apartan por completo de la realidad y se alimentan de miedos e insatisfacciones.
Por mucho tiempo pensé que era mi culpa, que yo no era lo suficiente para cumplir con tus expectativas. Luego con el tiempo te culpe a ti y culpe a las personas a mi alrededor porque quizá ellos te habían alejado y así se me pasaron muchos años de vida, buscando culpables.
Sin embargo, hoy entiendo que no hay culpables, que solo hay responsabilidades y realidades. Que para el momento en el que llegué al mundo tus responsabilidades y prioridades eran otras. Con esto no te juzgo, puedo entender que eso dependía totalmente de lo que estabas viviendo y a su vez de tus propias heridas.
Pero si quiero que sepas que fue un dolor con el que cargué por mucho tiempo e incluso hoy en día a veces surgen sentimientos de rabia hacia a ti, pero no te preocupes, suelen ser muy pasajeros.
Aprendí de una manera distinta a desarrollar mi energía masculina, esa que hubiese sido más fácil aprender contigo a mi lado. Me volví fuerte y solucionadora, muchas veces desde el odio y el rencor, pero he decidido seguirlo siendo pero esta vez desde el amor. Porque me di cuenta que actuar bajo esa densidad no me hace libre, ni feliz.
No quiero hablar de perdón, ya que es posible que en mi interior yo no te haya perdonado, porque pienso que no hay nada que justifique tu ausencia, aunque la acepte y pueda hoy, vivir tranquila con eso.
No quiero hablar de recuperar lo perdido, porque ya no busco llenar un vacío y por ende no hay nada que hacer al respecto. Pero si quiero hablarte del amor, y no del amor entre padre e hija, sino del amor que te ayuda a sanar y a crecer, que no viene de ningún lado externo sino del interior de cada ser.
En un momento llegué a sentirme muy llena de dolor y no podía soportarlo, en ese punto me di cuenta de donde venía ese sentir y quiero contártelo. Venía de esa herida de abandono que se formó en mi infancia, a la que traté de ponerle benditas y pañitos de todas las formas para no verla y con esto que no doliera.
Pero los pañitos no sirvieron de nada porque al final fueron tantos que aparte de sentir el dolor, me hacían sentir muy cargada. Entonces los fui quitando de a uno hasta dar con la herida, abierta y más dolorosa que nunca. Me rendí ante ella, me dediqué a vivirla y no sabes lo terrible que fue por un momento.
Sin embargo, el verla de frente, aceptar que estaba ahí y dejarla sangrar todo lo que quisiese, ayudó a que la sangre coagulara y empezara a formar un tapón que poco a poco la fue cicatrizando y con esto te fui soltando.
Me dije a mi misma que yo era mi propio padre y también mi propia madre, que tenía el amor suficiente para auto curarme, que me llevaría de la mano a mi misma protegiéndome como alguna vez quise que alguien más (tú) lo hiciera, y así fue.
Entonces me liberé de algo que cargué por tantos años y hoy soy libre de ese dolor. Por eso te escribo esta carta, para que sepas que el amor te sana y te libera, que si tienes alguna herida que te hace daño tienes la posibilidad de auto sanarla.
Te cuento todo esto para que quizá, si quieres ponerlo en práctica lo hagas, y de esta manera también te llenes de libertad. Porque las heridas nos hacen huir, pero cuando ya no están puedes aceptar la realidad y solucionar aquellas cosas que piensas que son un caos. Cuando ya no están, sabes los errores que ya no volverás a repetir.
Quiero que sepas que tu ausencia me enseñó mucho y aún estando lejos te he sentido, al final tus genes forman la mitad de mi ser. Por eso hoy quiero decirte que me libero del dolor de no haberte tenido y te libero de la carga que eso puede generar en ti.
Te libero de los pensamientos negativos que pueden hacerte actuar con miedo hacia mí y te libero de la responsabilidad de pensar que espero recibir algo de ti. Ya no hay nada que justificar, porque el amor lo ha justificado todo.
Me despido, con cariño.
Tu hija.”